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FRANCISCO PLANCARTE Y NAVARRETE, PIONERO DE LA ARQUEOLOGÍA NACIONAL


Francisco Plancarte y Navarrete nació en esta ciudad de Zamora, el 23 de octubre de 1856, según su acta de bautismo, fechada el 27 de octubre del mismo año y se llamó José Francisco Hilarión. Quienes se han acercado a la vida de este humanista zamorano, coinciden todos en que realizó sus estudios sacerdotales por influencia de su tío Antonio Plancarte y Labastida en el Colegio Pío Latino de Roma, donde se doctoró en filosofía, teología y cánones. A su regresó a nuestro país, llegó directamente a dirigir el Colegio de San Luis en la vecina Jacona, colegio que había fundado Plancarte y Labastida. Primer Obispo de Campeche, nombrado por Breve expedido por su Santidad León XIII el 17 de septiembre de 1895. Consagrado en Roma por el Excmo. Sr. Cardenal Vannutelli, llegó a la Sede de su Diócesis tomando posesión el 26 de noviembre de 1896. Dos años después en noviembre de 1998 fue preconizado como segundo Obispo de Cuernavaca, Morelos. De la importancia de los estudios arqueológicos, históricos y geográficos de don Francisco Plancarte y Navarrete, dan cuenta múltiples testimonios. Presentamos aquí el de Don Miguel Salinas Alanis, leído el 25 de mayo de 1934. Como Discurso de recepción en la Academia mexicana de la Historia. “Tal será el asunto de que os hable en esta noche; pero antes de exponeros mi tema, permitidme que, siguiendo loable costumbre establecida en los discursos académicos, consagre algunos renglones de elogio a la memoria de uno de nuestros colegas ya difuntos. Rendiré un homenaje al Ilmo. señor Dr. Don Francisco Plancarte y Navarrete. Este sabio y esforzado varón, desde su niñez, tuvo decidida afición a los estudios arqueológicos. Durante los trece años que vivió en Europa haciendo sus estudios eclesiásticos, no olvidó sus aficiones; visitó museos, contempló ruinas y antiguos monumentos, observó algunos trabajos de búsqueda y se puso al tanto de la manera de efectuarlos. Al regresar a su país, hizo excavaciones en Michoacán, en el Distrito Federal, en Morelos y en otras partes; reunió una colección de objetos que fueron clasificados por el Sr. del Paso y Troncoso y formaron una colección de 2,800 piezas, comprada por nuestro Museo de Arqueología, donde hoy está expuesta con el nombre de Colección Plancarte. Las cabecitas, idolillos, pipas, sellos, hachas, vasos, fragmentos de cerámica, molcajetes, malacates, sartas de cuentas, bezotes y otros muchos objetos que integran la colección, fueron llevados a Madrid por el colector y exhibidos en la Exposición Colombina efectuada en 1892 con motivo del cuarto centenario del descubrimiento de América. Después, durante su administración episcopal en Campeche y Cuernavaca, el Ilmo. Sr. Plancarte dio gran ensanche a sus labores arqueológicas y literarias. Formó una segunda colección de objetos mexicanos antiguos, semejantes a los de la primera, entre ellos un hermoso vaso de jade, bastante grande; visitó y estudió las portentosas ruinas yucatecas y descendió a las profundidades de algún cenote; escribió y dio a luz una Geografía Elemental del Estado de Morelos; hizo una edición privada de un libro .en que narra ampliamente la vida de su tío paterno el abad don Antonio Plancarte y Labastida, hombre de claro talento, de iniciativa vigorosa, de voz elocuente y de condición excepcional; y compuso y publicó un libro titulado Tamoanchan. Esta última obra aumentó su fama de historiador y arqueólogo. Fundado en lo que dicen las crónicas, en las ruinas de antiguos monumentos y en los hallazgos obtenidos en las excavaciones, sentó la tesis de que el actual territorio morelense fue porción muy importante de esa comarca misteriosa que los antiguos nahuas llamaron Tamoanchan. El libro se compone de veinte capítulos, a cual más interesante; en los principales, trata de probar que en lo que hoy es Morelos comenzó la agricultura en nuestros países, y que de Morelos, como de un foco luminoso, irradió la civilización, extendiéndose desde el Bravo y Sonora hasta el Istmo de Panamá, y desde las playas del Mar del Sur hasta las costas del Seno Mexicano. Al abandonar el Sr. Plancarte a Cuernavaca para radicarse en Monterrey, dejó instalado en la primera de dichas ciudades un Museo Arqueológico formado por los objetos de su segunda colección. Cuando ésta fue visitada por don Justo Sierra, Secretario entonces de Educación Pública, el Sr. Sierra indicó al colector la conveniencia de que la vendiese al Gobierno, como lo había hecho con la primera. El ilustre arqueólogo manifestó al Ministro que no le era posible hacer tal cosa, porque había concebido el firme propósito de formar un museo y donarlo a su ciudad episcopal de Cuernavaca. El Museo, en efecto, quedó formado; los objetos arqueológicos, debidamente clasificados, fueron expuestos en los salones de la planta baja del Obispado; allí estarían aún cumpliendo la voluntad del donador; pero impidieron esto los acontecimientos políticos de entonces. La colección sufrió quebrantos y una parte importante de ella fue trasladada al Museo Nacional. Obligado a salir del suelo mexicano nuestro difunto colega, urgido por los sucesos que entonces conmovían nuestro país, se retiró a Chicago, donde permaneció cuatro años. Durante ellos, estudió con ahínco las grandes obras que tratan de Prehistoria y Protohistoria de México, obras que liberalmente le proporcionaron las bibliotecas de Europa y de los Estados Unidos; y como fruto de tal estudio, que amplió los ya muy extensos que poseía acerca de las antiguas civilizaciones americanas, compuso dos libros que tratan de las dos ciencias antes mencionadas. El primero, el consagrado a la Prehistoria, ya fue publicado en un tomo de algo más de mil páginas; contiene trece capítulos y una abundantísima bibliografía. Alguien ha dicho que con la publicación de Tamoanchan, el Sr. Plancarte acrecentó su fama de arqueólogo; pero con su Prehistoria descendió del pedestal que había alcanzado, pues se dejó arrebatar por la fantasía. El autor de Tamoanchan manifestó que, en su concepto, la civilización que se desenvolvió en dicha comarca, no puede haber venido de las regiones septentrionales de América, sino que llegó del Viejo Mundo. Y a fin de probar su tesis, hace largo estudio comparativo entre la mitología de los nahuas y las de algunos países del Antiguo Mundo; halla semejanza entre Cadmo y Quetzalcóatl y entre otros muchos mitos. Antes de condenar lo que asienta el autor de la Prehistoria, deberían destruirse, aniquilarse las razones en que funda sus asertos. Ignoro si algún escritor nacional o extranjero haya emprendido tal labor. Por falta de recursos no se ha publicado la Protohistoria. ¡Qué satisfactorio sería para nuestro Instituto patrocinar .esa publicación! Sirvan las anteriores líneas de respetuoso homenaje a la grata memoria del Ilmo. Sr. Plancarte y Navarrete”. Y por último, ya en nuestros días, de acuerdo a Lucía Martínez Moctezuma y Carlos Capistrán, del Instituto de Ciencias de la educación de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, la importancia de Plancarte y Navarrete, sigue siendo fundamental en el Estado de Morelos: “El libro de Geografía morelense no pasó por el tamiz de la modernidad, sino que siguió presentando datos y estadísticas, si bien la última versión de Plancarte y Navarrete innovó en la idea que se tenía sobre los orígenes de la civilización en Morelos. A pesar de que han transcurrido casi cien años desde la publicación de sus estudios en sus libros de texto y en su Tamoanchán, y pese a los intentos posrevolucionarios de romper con el legado de la elite cultural porfiriana, sus ideas siguen vigentes al menos en el imaginario cultural morelense”.


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