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FERANDO MÉNDEZ VELAZQUEZ (1882-1916) (COMPOSITOR)

“No hay ojos más lindos, en la tierra mia …” Es así como inicia ojos tapatíos, canción conocida y cantada en todo el mundo y que le dio fama al músico y compositor zamorano Fernando Méndez Velásquez.

Su amor a la música no impidió que disfrutara su niñez, pues pasaba horas de ocio meciéndose en un columpio, acompañado de su amigo y vecino ARTURO RODRIGUEZ ZETINA, colgaban el columpio en el zaguán de esa casa de tejadillos rojos donde el músico vivía.

En datos para una biografía del compositor zamorano Fernando Méndez Velásquez, Francisco Elizalde García afirma que

Fernando, nació el 15 de agosto de 1882 en la tercera calle del puente en Zamora, mich., hijo de Don Ramón Méndez López y de doña Maria Velásquez Bravo, esta ultima descendiente del ilustre héroe de nuestra independencia Nicolás Bravo. Fernando fue siempre querido y admirado por sus hermanos: Salvador ,José y Conchita fue alumno de la escuela de arte y oficios, escuela fundada por José María Cázarez y Martínez, segundo obispo de Zamora.

A la edad de 20 años abandonó su ciudad natal y se fue a Guadalajara, Jalisco para continuar estudiando, es en esa ciudad donde se incorporó a la compañía teatral de Esperanza Iris. Se casó en 1905 con Sofía Haller, la cual era la dama joven de la compañía. Fue en esa ciudad de Guadalajara donde compuso la canción que tituló OJOS TAPATIOS.

Tiempo después dirigió en la ciudad de México la orquesta de teatro principal, teatro de tandas populares y que se mantenía lleno con la actuación de Maria Conesa.

Se le puede ver en la ciudad de monterrey en los años de 1908 y 1909, lugar donde trabajo en la compañía de Prudencia Grifell.

Compositor de música. Como su familia ya no vive en esta ciudad, tuvimos que recurrir a los periódicos de la época en que vivió este zamorano; uno de sus sobrinos nos mostró tan solo algunos recortes de las publicaciones buscadas de donde copiamos lo importante: “Esta semana fue de constante éxito para los artistas del teatro Maria Guerrero y mas todavía para los autores mexicanos cuyas obras están haciendo época y atrayendo al numeroso publico que gusta de este espectáculo”.

“La zarzuela El Rosario de Amozoc, letra de Humberto Galindo y música de Fernando Méndez Velásquez, pone de relieve en esta obrita su talento musical y con este motivo ha sido justamente felicitado. Leopoldo Beristáin, Maria Secano, grandiosa y discreta característica, y Arturo Ávila hacen una creación de sus papeles…”

El Nacional que se editaba en la ciudad de México en el año de 1916 relata la muerte de este compositor con estas palabras: “La otra noche con fondo al mar-como expone margarita en fausto-murió en La Habana Fernando Méndez Velásquez. Nadie ignora en la urbe mexicana quien fue el que ha muerto cuando se escuchaban- como pregón de claveles que aroma el aire- las veces de primavera.

Fernando Méndez Velásquez era inspirado compositor, que arrebataba por su ímpetu propio, mas que de las escuelas, discípulo del mar y de nuestros bosques y devoto de la música criolla, venia como imaginación fogosa y difícil sentímentalidad a cantar cuando había aprendido en las fuentes de amor patrio, de la adoración a las mujeres, de la voluptuosidad espiritual que flota en las tradiciones y el rimar del pueblo.

No seguía el absurdo camino que empequeñece a tantos de cultivar primero las literaturas exóticas.

Ojos Tapatios, y su romance a los canales de Xochimilco poblados de jardines flotantes, demuestran que al compositor muerto las cosas del solar patrio le recitaban al oído bellezas tan delicadas como no las hubiese logrado en la intimidad de su alma si hubiera pretendido interpretar el melos arábigo que anima la Torre de Oro o las crispaciones de alegría y el sentimiento hierático que desborda el golpeo de un pandereta.

Fernando buscaba la tierruca; menos que adaptarse a los estilos clásicos ajenos y extranjeros, gustaba de los modelos vernáculos. Mientras mas música alemana y parisiense, española y rusa se importaba, menos el compositor aludido perdía la fe a lo mexicano.

De ahí que su espontaneidad y conocimientos – al tomar por estos rumbos – diese a los autores de zarzuelas mexicanas el más brillante colaborador en el joven maestro Méndez Velásquez.

Al cual – es justo decirlo – se debió especialmente el sonadísimo éxito que alcanzo la parodia Las Musas Del Paris…

Fernando nació en Zamora Michoacán; vivía en una casa de tejadillo rojo y alero sobre la banqueta; servidor lo conoció cuando Fernando estudiaba solfeo. Vivamos fronteros. Mi familia en la casa de correos cuyo administrador era mi padre. Fernando me llamaba a holgar en unos columpios y “trapecios”, que colgaban en el zaguán de la casa del músico.

La religiosidad zamorana y la exuberancia del valle – verde como dicen que es Irlanda y florida como Córdoba – esa canastilla de gardenias tirada al lado de la ferrovía del mexicano, inspiraron la primera etapa de la vida de Fernando.

Después nos hallamos en México. .. Servidor, cronista; él, director de orquesta del Teatro Principal. Trabajaba Acacia Guerra, aquella española hermosa como figura de Goya y de admirable forma escultórica, de blancura incitante, como mármol de diosas griegas… Fernando me descubrió entre los asistentes y corrió a abrazarme…

Murió el día 7 de los corrientes (no el 7 sino el 8 de marzo de 1916) después de padecer dos vómitos de sangre. Y se le encontró en su bolsillo el retrato de su hijito a quien lloraba.

Como trofeo del compositor anda vulgarizada por el mundo entero la canción de los Chichiculotes que las cupletistas españolas cantan en el Teatro Romeo de Madrid y sus guajiras colombianas concebidas y escritas en tres cuartos de hora y que se aplauden en los cafés cantantes de París…” Don Juan Ruiz.

De una carta escrita por José Méndez Velásquez a Salvador de los mismos apellidos, hermanos ambos del desaparecido, copiamos lo que aquel transcribe de un periódico de La Habana: “Habana, Marzo 9 de 1916. Ayer tarde falleció el maestro F. Méndez V. se repitió el ataque que le sorprendió en Martí. Ayer a las tres y medio de la tarde falleció en el seno de la Santa Iglesia Católica en la casa de Salud del Centro de Dependientes el maestro Fernando Méndez Velásquez, director de la orquesta de l compañía del Teatro Martí, victima, según certificado médico expedida por el facultativo que lo asistía, de una aneurisma.

Como saben nuestros lectores, el lunes ultimo, durante la segunda tanda, cuando dirigía el maestro Méndez la opereta El Barrio Latino, al mediar la función, abandono su puesto de director y se dirigió haciendo esfuerzo sobre humano, hasta el escenario, en donde lo recibió Julio Necoechea, que al ver la tremenda hemorragia que sufría dio voces y algunos artistas que llamaron al doctor Ávalos que estaba en el palco de la empresa.

El facultativo aplicó al maestro Méndez dos inyecciones hipodérmicas de ergotina, las que lograron contener al momento la hemorragia. Cuando terminó la función fue conducido en un automóvil hasta su domicilio “Prado 109” en donde pasó una noche intranquila velado por muchos de sus fieles amigos que lo atendieron fraternalmente.

En la mañana fue llevado por disposición del Sr. Santa Cruz a la Quinta del Centro de Dependientes al objeto de que se le atendiera debidamente y cuando parecía que se había conjurado el mal, a las tres y media de la tarde, tuvo un nuevo vómito de sangre y terminó con esto su vida.

El maestro Méndez Velásquez era muy querido de todos sus compañeros, por su carácter afable y bondadoso y por la caballerosidad que presidía todos sus actos. Muere joven, pues solo contaba treinta y tres años.

Deja escritas cerca de treinta obras, entre otras, la Zarzuela Sangre Azul, la opereta El Príncipe Heredero, la revista Las Musas del París, que figuró en México en cartel más de doscientas noches consecutivas. Actualmente había escrito, en colaboración con Pepe del Campo, una opereta titulada Los Aristócratas, que al decir de quienes han oído algunos números, es de música preciosa.

Esta obra se estaba ya ensayando y pronto pensaba estrenarse. El maestro Méndez que fue siempre de carácter alegre, decidor, recibió poco más o menos un mes la noticia de haber muerto en la Capital de México, víctima de fiebre tifoidea, su pequeño y único hijo, que era toda su adoración y todo su anhelo. Desde entonces cambio de carácter y se le veía siempre triste, pensativo, abrumado por el recuerdo de esa gran desgracia.

Puede afirmarse que no tuvo desde entonces un momento de alegría.

Méndez Velásquez nació en le Estado de Michoacán y llegó a la Capital muy joven, siendo casi un niño y se impuso allí por su talento, comenzando su carrera como director del Teatro Principal.

Fue maestro de la Compañía de Operetas de Miguel Gutiérrez, dejando su cargo par ocupar igual puesto en Martí.

En el bolsillo de su ropa se encontró como único recuerdo, los retratos de su esposa y de su hijo y la medalla de plata que le dieron los señores Julia y Sánchez de Fuentes en conmemoración del estreno de la opereta Después de un Beso… “.

De otra copia periodística damos a conocer el siguiente trozo literario: “Fernando Méndez Velásquez. ¡Murió en una clara mañana de sol y descanso en la tierra en una tarde gris!

Ayer, a las cuatro, un puñado de mexicanos, acompañaba, en medio de la lluvia tenaz, el cadáver del mexicano ilustre, el primero caído para siempre, de los que han buscado para su ostracismo esta tierra de luz.

A ella hacía tiempo que el talentoso músico había llegado, y en ella siguió trabajando noblemente. En ella ha rendido el espíritu, el gran espíritu que animo su cuerpo musculoso, que en ella piadosamente guardará.

Fernando Méndez Velásquez no fue un batutero vulgar, no fue un repartidor de triviales melodías. Sus composiciones todas tenían el sello de una personalidad, el inconfundible sello de una personalidad, el inconfundible estilo de los que, de verdad, son artistas. De una gran sentímentalidad, de una inspiración sana, de una sencillez clásica, su obra perdurará, a pesar de que para la zarzuela chica, escribiera. La Zarzuela chica es casi el único medio que tiene el músico para darse a conocer en el teatro, lo mismo en España que en las naciones que fueron sus hijas.

El maestro Méndez muere en plena juventud, cuando su talento apenas comenzaba a dar frutos maduros, cuando con todo derecho se veía en él una gran esperanza. Lo dicen así sus producciones. Sangre Azul, Heredero del trono, Verónicas y Boleros, y otras muchas.

Las Musas del País, zarzuela de José F. Elizondo, fue su mayor triunfo teatral y los chichicuilotes, su más popular número.

Últimamente ocupaba el puesto de primer maestro director en el teatro Martí.

Entre las personas que asistieron a su entierro y que la lluvia nos permitió ver, recordamos a D. Federico Gamboa, Ingeniero Joaquín Capilla, Alejandro Michel, Mario Victoria, Alfredo Barreras, José J. Gamboa, Luis Barreiro, Julián Sánchez Santa Cruz, Santiago Suárez, Leopoldo Beristáin, José Soto, Enrique Parra, J. Junco, Clementina Morín, la celebre artista mexicana, Juan Manuel Gallego, el maestro Moisés Simons, Vicente García Babero, Julián González, numerosos artistas y la orquesta en pleno de Martí”.

No contentos con las transcripciones anteriores, nos dimos a la tarea de platicar con personas que conocieron a nuestro compositor musical, y reuniendo datos pudimos saber y comprobar con el acta respectiva que nació en el año 1882. Sus padres fueron Ramón Méndez López y Mari Velásquez y tuvo tres hermanos: salvador, José y Maria de la Concepción.

Su genio musical se dejo sentir desde la niñez así como su carácter alegre que ya de joven granjeo muchas amistades.

Su gallardía y modales distinguidos hacían suspirar de entusiasmo a muchachas casaderas; pero él enamorado de la música hacia poco caso de los dardos del amor.

A la muerte de su padre, su padrino de bautismo, Monseñor Francisco Mendoza lo interno en la entonces Escuela de Artes y Oficios sostenida por la iglesia, y donde se daban clases superiores y se estudiaba música. Parece que su primer maestro de piano fue el eminente organista Don Ignacio Mora.

Por fin se rindió al amor y sostuvo relaciones llenas de romanticismo con la virtuosa y distinguida señorita Mercedes Padilla, pero dada la oposición de los padres de ésta, desilusionado salió a Guadalajara en busca de gloria; donde a la sazón estaba de temporada la compañía de opera y zarzuela en la que figuraba como primera actriz Esperanza Iris y como maestro de la orquesta Manuel M. Morales y Roberto Contreras.

Como nuestro Fernando tocaba muy bien el piano y tenia facilidad asombrosa para leer a primera vista toda clase de composiciones musicales, no bien se presentó con aquellos excelentes maestros cuando ingreso a la orquesta como director de coros, donde alcanzo por experiencia necesaria para ocupar el puesto que dejo vacante el expresado señor Morales, cuando murió.

En Guadalajara cultivo la amistad de varios poetas, a quienes sugirió la idea de que escribirán algunas obras teatrales a las que Fernando puso música agradable y ligera que constituyo un verdadero éxito.

Su corazón ya se había curado de la onda herida que le causo su primer amor truncado por las exigencias paternas, y abrió sus sentimientos a la señorita Sofía Haller honorable y distinguida artista que formaba parte de la compañía ya dicha de Esperanza Iris, en calidad de damita joven. Unidos en matrimonio civil y eclesiástico hacia el año de 1905, salio la pareja rumbo a la capital de la Republica.

Se hizo amigo del notable poeta y dramaturgo José F. Elizondo, que por entonces ya había alcanzado celebridad con su bonita obra Chin-chun-chan, y juntos escribieron la gloriosa y bella revista Las Musas del País o Musas Mexicanas, como le llamaba el público.

Con esta obra se consagro definitivamente el talento musical de Méndez Velásquez, y la página de su inspirada danza romántica Ojos Tapatios se han inmortalizado, no solo en México, sino en el mundo entero. En el año de 1909, al interpretarla el maestro Miguel Lerdo de Tejada en los estados Unidos Americanos, tanto a él como a los mexicanos de allá, les arranco lagrimas de amor patrio.

En la inolvidable época de las tandas del principal Fernando dirigía la orquesta, cuando tanta fama conquisto l incomparable artista Maria Conesa.

No obstante sus éxitos en México, su alma bulliciosa lo llevo a Cuba con un contrato ventajoso. A demás partió en busca de salud, pues su corazón que tanto había sentido, empezaba a fallarle, hasta que lo traiciono cortando esa luz zamorana cuyo restos mortales deberían descansar en la tierra mexicana”.

Por otra parte, un reportaje de Alfonso Degollado, publicado por la Gaceta Zamorana afirma que Fernando Méndez Velásquez fue tío del actor Julio Alemán, pues el actor es hijo de José Méndez Velásquez, hermano de Fernando.

También afirma que una calle y el jardín ubicado frente al Santuario Guadalupano llevaron el nombre del músico y compositor zamorano.

Méndez Velásquez fue un zamorano de éxito digno ejemplo para las nuevas generaciones.


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