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CRÓNICA DE UNA HUELGA ESTUDIANTIL


Versión en primera persona

En la historia contemporánea de nuestro municipio, existen dos acontecimientos que por su cercanía temporal, se han venido olvidando de la memoria colectiva. Ambos fueron, en su momento, parteaguas de la historia local, pero también, ambos fueron encaminados a esa búsqueda de la democracia, que hoy en día seguimos tratando de encontrar. A fines de la década de los sesentas, para ser precisos en el mes de diciembre de 1969 y enero de 1970, la huelga en la Preparatoria Federal “Gustavo Díaz Ordaz”, exigiendo la salida del entonces director de dicha institución, el Lic. José Corrales Juárez, recientemente fallecido. Y tres lustros después, la “insurgencia popular”, en el que la ciudadanía del municipio, más allá de los colores partidistas, exigió el triunfo electoral de Ignacio Peña García a la presidencia municipal.

Con apenas tres meses de haber ingresado a la preparatoria, -la mayoría de compañeros fluctuaban entre los 15 y 17 años. Unos venían de municipios lejanos como Jiquilpan, Villamar e incluso de Pajacuarán, aunque abrumadoramente éramos de Zamora y Jacona. Varios eran ya adultos e incluso trabajaban, incluyendo alguno ya casado. La preparatoria aunque federal y recibiendo un subsidio, cobraba una cuota de cooperación de $35.00 (treinta y cinco pesos) mensuales- y en ese proceso de socialización que iniciamos con quienes estaban ya en el segundo grado de preparatoria, -en aquel entonces el plan de estudios era de sólo un par de años- e imbuidos del más estricto sentido de solidaridad y justicia social, hoy lamentablemente, perdidos, creímos prudente no sólo formar la sociedad de alumnos, sino buscar la mejora de la institución, la cual contaba con sólo tres aulas y un pequeño y reducido espacio como Dirección.

La Dirección estaba, como ya lo dijimos, a cargo de José Corrales Juárez y una plantilla de profesores excelente: Lic. Efrén Contreras Vallejo; Ing. Ernesto Villa, quien impartía física; Q.F.B Olga Villa, en química; Lic. Antonio Martínez Rojas; Lic. Juan Antonio Guerrero, quien si mal no recuerdo nos impartía ética; Dr. José Gutiérrez Verduzco, quien primero nos impartió biología y después anatomía; Lic. Ángel Alonso Vega; C.P. Alberto Alcázar; Pablo Fabián, quien nos impartía etimologías greco-latinas; Lic. Efrén Espinoza Chapa, quien nos impartía historia del arte basado en aquel famoso texto del “Apolo” y algunos más que en este momento escapan a mi memoria.

Empezamos a convivir con Rogelio Eduardo Barriga Díaz, bastante mayor que nosotros, con Martín y Manuel Hernández Biciego; Manuel Rosales (que hace poco falleció); José Luis Avendaño; Agustín Linarte; Arturo Peña, las hermanas Méndez Cachú, Pedro Rodríguez, Juan Manuel Miranda, los hijos del Lic. Corrales y Montes, todos ellos del segundo año. Con quienes estábamos en primer año: Jorge Casillas Magallón; Trino Gutiérrez; Beatriz Arizaga Sánchez; María Ibañez; Ernesto Ortega Olivares, venido desde Pabellón en Aguascalientes y sobrino de quien fuera Secretario de Gobernación, el Profr. Enrique Olivares Santana; Lourdes “la coruca”; Guillermo Villa Cendejas; el Chato; Enrique Cobarruvias; los Villanueva, José Díaz Villanueva y sus primos; Ignacio de Jiquilpan; Nemesio Tafolla del Cerrito Colorado; Héctor Pulido del rumbo de Tarecuato; el chato y Gustavo Paz, entre otros.

Convivimos primeramente a través del deporte, del futbol y cotidianamente en el ir y venir a clases. De lo que ahora es Martínez de Navarrete y hasta donde hoy es la Avenida Virrey de Mendoza, sólo existían dos edificios: la preparatoria y la Cruz Roja, todo lo demás eran tierras de cultivo que sembraba el propietario de dichos terrenos: J. Trinidad Chavolla con maíz; maíz milo y garbanzo; de éste último cultivo nos dábamos unos atrancones fabulosos en tiempos de su cosecha.

Don José “el velador” nos ilustraba con sus pláticas sobre la Revolución Mexicana, era un policía retirado y que pagaba el ayuntamiento por cumplir funciones de vigilante.

Ya para finalizar el mes de Octubre de 1969, iniciamos una serie de reuniones quienes habíamos quedado como representantes en la sociedad de alumnos. Nuestra conversación giraba en torno a mejorar a la institución, sólo que no contábamos con la negativa del director, por lo que poco a poco, la plática fue girando en torno a cómo salvar dicho obstáculo, no quedando otra salida que la de exigir su destitución. Así, para el mes de noviembre iniciamos ya una serie de reuniones, primero de manera informal y en el sigilo de las calles zamoranas que en aquel entonces –como ahora- quedaban desiertas a las nueve de la noche; y posteriormente fuimos proponiendo algunos domicilios particulares para realizar dichas reuniones. Hablamos con todos los compañeros de los dos grados de preparatoria y pronto nos dimos cuenta que varios de ellos no aceptaban la salida del director, sobre todo por favores recibidos, o bien, por ser sus hijos y en algunos casos, por temor a perder el año escolar, ya que hubo, como en todo movimiento, fuga de información. Otros –sobre todo los mayores y que trabajaban, incluyendo a uno que era sargento del ejército- nos dijeron que contáramos con su simpatía, pero que no participarían de manera directa.

Midiendo fuerzas y aún sabiendo que éramos mayoría, solicitamos el apoyo de compañeros que habían terminado en nuestra escuela y ya estudiaban en las universidades de Morelia, Guadalajara, México y el Politécnico Nacional; de entre ellos, recuerdo con aprecio y cariño a algunos compañeros que incluso ya fallecieron: Luís García (ya fallecido); Luis Mota, hijo del Lic. Octavio Mota Maciel; Jorge Vega; Francisco Contreras Torres; José Luis Acevedo Cárdenas; J. Trinidad Cruz Treviño; Omar Ortega y Jorge Ochoa, entre muchos otros que escapan a la memoria.

Decidimos que al inicio de las vacaciones sería el momento de apoderarnos de la preparatoria y así lo hicimos; fue un invierno que nos enseñó a convivir más allá de la escasa comodidad que teníamos en casa y sobre todo con solidaridad. Temerosos por nuestra inexperiencia y juventud, fuimos presa fácil de las amenazas vertidas por el director a través de los medios impresos: “que perderíamos el año escolar si no desistíamos de nuestro propósito”; “que nos acusaría ante el agente del ministerio público federal por dañar las instalaciones de una institución federal”; “que iríamos a la cárcel por alborotadores y por caer en el entonces famosísimo delito de disolución social”.

Nuestra firmeza no claudicó. Habilitamos una pequeñísima área que se utilizaba como bodega para guardar los implementos de aseo y el baño de los profesores y el de damas, como dormitorios. Formamos comisiones de prensa, de pedir alimento para no abandonar las instalaciones (los bodegueros del Mercado Hidalgo nos mantuvieron durante el mes que duró el movimiento); de boteo para tener medios y contestar a la prensa –a través de manifiestos a la ciudadanía- que la había cooptado el director y los escasos alumnos que le fueron fieles. Fue, diríamos hoy a cuatro décadas del suceso, una escaramuza verbal. Sí es cierto que muchos de nosotros quedamos con la etiqueta de “alborotadores”; “seudocomunistas” y demás epítetos que se utilizaban en aquellos años. También es cierto que los sectores más conservadores de la ciudad condenaron nuestra actitud y el gobierno municipal encabezado por el Lic. Adolfo Ruiz Melgarejo, se mantuvo al margen de los acontecimientos y al término del mismo nos ofreció trabajo a un buen números de preparatorianos levantando un censo de tomas de agua potable, evidentemente con el propósito de no enfrentar a un grupo de jóvenes que habían despertado a la conciencia ciudadana, a la vida solidaria y de participación comunitaria.

Miente quien diga que hubo represión o que hubo presos políticos; nadie fue molestado; sí en cambio –insisto- quedamos etiquetados como “alborotadores” y “comunistas”; por supuesto que no todos, sino los que participamos más activamente en dicho movimiento. Era obvio el temor y repudio de la “sociedad”, apenas hacía un año que había ocurrido la masacre de Tlatelolco y cuando se conoció que venían compañeros de la UMSNH, de la UNAM, del Poli; de la U de G, evidentemente que el rumor creció y con ello el temor mal fundado de que de no aceptarse nuestras condiciones quemaríamos establecimientos comerciales y unidades de los “urbanos”.

Zamora vivía el primer sobresalto “democrático” y una lección de dignidad por parte de una juventud que era tratada por aquel entonces como “inquieta”. Sólo una personas fue capaz de poner en entredicho todo lo que se nos endilgaba y si no otorgarnos la razón, sí, cuando menos, el beneficio de la duda: el maestrísimo Luis Gustavo Franco, quien escribió en Guía del -¡Oh, paradoja!- 18 de enero de 1970, lo siguiente:

“Huelga en la Preparatoria G. Díaz Ordarz.

Luis G. Franco.

Sí, se grita a todo pulmón que los muchachos a los que le pinta el boto entrando a los dieciocho son capaces de llamarse ciudadanos, con empadronamiento, discernimiento para votar y poder salir del país sin permiso de papá, con mayor razón tendremos que admitir que son capaces de decir una palabra y decidir una cuestión cuando se trata de su propia formación.

La bandera que enarbolan los preparatorianos no puede estar a discusión pública, el asunto es de estricta incumbencia estudiantil y no debe rebasar tales límites. Pero el hecho mismo, la actitud de audacia y riesgo, dar la cara y levantar la voz en plena opinión pública, está para aplaudirla de plano.

Y esto porque estamos cansados de aguantar y gritar contra quienes no tienen otro oficio que aguantar a cuanto maestro torpe se les pone por delante, de tolerar cuanto sistema educativo inventado o experimentado, se impone por la fuerza del destino y la impotencia de la muchachada que alborota sólo cuando de otras cosas se trata. Escuelas sin capacidad de decisión si no es el círculo dominado por mentalidades manipuladas anteriormente y condenando de antemano como plenamente heterodoxa toda idea y actitud que no vaya dentro de la línea de “bienestar y progreso que siempre ha caracterizado a nuestra institución”.

Están éstos y quedan aquéllos que van a estampida por las calles insultando con la blasfemia de su ruido y su desprecio de motocicleta o los que atenidos a la “paca” de billetes que los acompaña como comprobante de “familia decente” pueden comprar diversión y honra a precio de escándalo.

Esta es una juventud que se alza de hombros y una juventud que escupe con asco de hiel y vinagre. Y queda esta juventud que es capaz de arrastrar el riesgo de ser llamados alborotadores, de ser suspendidos de clases, de ser reprendidos acremente por padres y autoridades adultas. No sabemos si tienen la razón, pero sí sabemos que tienen decisión y eso vale mucho.

Sólo hacemos votos para que a más de todo tengan honestidad y sepan dirigir esta actitud de hombría con sereno respeto a sí mismos y a todo aquel que lo merezca”. (Guía. N° 914. 18 de enero de 1970. P. 7.).

Días después, tuvo que venir desde la ciudad de México el director de las preparatorias de la Secretaría de Educación Pública a negociar –incluso con los padres de familia- y poner fin al conflicto que, como bien lo apuntó Luis Gustavo Franco, fuimos una juventud que se alzó de hombros y una juventud que escupió con asco de hiel y vinagre a una sociedad que nos impuso el bienestar y progreso como modelo de no manifestar nuestra desgraciada pobreza, porque fuimos, también lo apunta Franco, una juventud que tuvimos decisión.

El nuevo director de la Preparatoria Federal “Gustavo Díaz Ordaz” fue el Lic. Efrén Contreras Vallejo, quien al poco tiempo fue llamado a cumplir la función de Secretario General del Gobierno del Estado de Michoacán.


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